*Anastasio Tiburcio Santiago es un hombre de ojos rasgados, bigote canoso y escaso que enseña a cientos de niños el amor a sus raíces: danza, vestuario, instrumentos musicales, lengua y escritura tutunakú
Inés Tabal G.
Papantla, Ver.- Un hombre vestido con un sombrero de palma y un traje de manta, corta con precisión un carrizo que más tarde se convertirá en una flauta con la que niños y niñas podrán tocar las danzas de la cultura Totonaca.
Sobre una mesa de madera están sus herramientas: un serrucho, machete y cincel con el que hace de ese pequeño trozo de madera, un instrumento musical que por varios siglos sus antepasados han utilizado para realizar estas tradiciones.
El hombre de ojos rasgados, bigote canoso y escaso, es Anastasio Tiburcio Santiago y es el instructor, asesor, coordinador de una de las subsedes de ampliación del Centro de las Artes Indígenas (CAI) de Papantla.
El CAI fue abierto en diciembre del 2012 y desde entonces se convirtió en uno de los espacios de enseñanza de mayor importancia para los habitantes de la región totonaca de la costa y montaña de Veracruz, también conocida como la zona del Totonacapan.
Fue tanto su impacto que la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO), lo inscribió en la Lista de Buenas Prácticas para la Salvaguardia del Patrimonio Cultural Inmaterial por su contribución en la preservación de las costumbres y patrimonio de su comunidad.
Anastasio se unió al CAI desde el 2019 y a partir de ese entonces ayuda a preservar las tradiciones del Totonacapan e impregna a cada uno de sus alumnos el amor a sus raíces a través de la danza, vestuario, de la creación de instrumentos musicales, de la enseñanza de la lengua y escritura tutunakú.
Son 42 niños y niñas los que tiene a cargo y a los que les enseña estas tradiciones para que la cultura de los totonacas permanezca viva.
“La importancia de todo esto es que nuestra cultura esté viva y que no sea apartado dentro de lo familiar, es abierto a hora, el que quiera integrarse y en especial a los padres de familia que les dan a sus hijos la oportunidad de que cumplan con sus sueños. Porque ellos dicen: ´quiero ser´ (volador) como ser médico, chofer, astronauta”, dice.
A los 8 años Anastasio llegó a vivir a la ciudad de Papantla, fue aquí que le nació la curiosidad por aprender esta cultura, pero no fue hasta que cumplió la mayoría de edad que logró realizar su sueño de aprender las tradiciones.
“Llevamos 46 años con esta danza y varias generaciones. Afortunadamente hemos apoyado varias escuelas dentro de la ciudad y hemos ido a Zacatlán y otros municipios a dar conferencias. Hemos dado toda la oportunidad para que nuestra cultura esté viva”.
Dentro del CAI hay 8 escuelas donde los adultos totonacos comparten con las nuevas generaciones su conocimiento sobre las disciplinas, lo que les permite que en conjunto con la actividad que realizan en su comunidad, adquieran las herramientas para desempeñar diversos trabajos.
Aquí los niños salen con los conocimientos para convertirse en futuros voladores de Papantla, Negrito o Guaguas. Gracias a Anastasio, las futuras generaciones también podrán continuar con el legado de los totonacas.